Hay veces que dan ganas de decirle a alguien cuatro o más
cosas. Con lo fácil que sería hacer las cosas bien o, al menos, mejor.
Son los pequeños detalles los que dan calidad a una vida
hasta el final.
Juan vive en un pueblo pequeño, al pie de los pirineos. Fue
diagnosticado de un cáncer vesical hace dos años. Aunque fue intervenido y
recibió tratamiento posterior, la enfermedad ha progresado y actualmente tiene
metástasis hepáticas y óseas. Ha estado ingresado unos días en el hospital por
una neumonía y fue dado de alta hace apenas tres.
Vamos a hacer la primera visita y lo primero que nos cuenta
su mujer es que hace 24 horas que vomita prácticamente casi todo lo que come,
que es muy poco. Por eso cuando la hemos llamado para decirle que íbamos a
verle se ha alegrado muchísimo (¿!).
No ha avisado a su
médico?, le
preguntamos. Para qué?, nos responde.
Desde luego esto es la excepción, por suerte. Los médicos de familia suelen
estar implicados con sus pacientes y habitualmente trabajamos muy bien con ellos.
No se puede quedar uno con una sola versión, hay que conocer las dos caras de
la moneda. Hasta allí nada que objetar ya que no conocemos a su médico, ni la
situación,… acabamos de aterrizar.
Sin embargo, durante la visita le preguntamos, entre muchas
otras cosas, si hace deposición. Nos dice que desde el día anterior al ingreso
no ha ido al baño, así que lleva diez días… no, once. Ya lo dijimos en el hospital, le dieron unos sobres pero hasta la fecha no
ha hecho nada. Hace dos días que apenas come, vomita y está muy molesto,
nos dice la esposa.
Algo muy sencillo de resolver… y no es la primera vez que nos
encontramos con situaciones similares.
Qué alivio!! Nos dice sonriendo antes de
marcharnos.
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