“Los demás días", vivir hasta el último segundo.
La vida es siempre una batalla
perdida pero vale la pena hasta el último segundo. Es lo que el doctor Pablo
Iglesias trata de transmitir a sus pacientes terminales. Ellos son los
protagonistas de "Los demás
días", un documental que enseña que aceptar la muerte y aprender a
vivir son caras de la misma moneda.
Su director, Carlos Agulló, antiguo
colaborador de Alejandro Amenábar, ha seguido al doctor Iglesias durante dos
años en sus visitas a los pacientes, en sus casas y en el hospital, con sus
miedos y sus dudas, con su entereza y su sentido del humor.
Pacientes como Ángela, una mujer de
43 años cuya energía y mirada no parecen encajar con la idea de un enfermo
terminal; Carmela, una melómana con un humor corrosivo; José María, que vive
sumido en una profunda depresión; o Juan, un director de fotografía que no
quiere decepcionar a los suyos.
"Estamos tullidos emocionalmente ante muchas situaciones de la vida
por la imposibilidad de hablar de la muerte", señala Agulló,
que acaba de presentar la película en el Festival de Cine Europeo de Sevilla y
se prepara para el estreno en cines, a partir del próximo viernes.
El cineasta, autor de otro premiado
documental sobre la Sudáfrica del apartheid, "Plot for peace" (2013),
conoció a Iglesias cuando éste acompañó a su suegra en sus últimos días de
vida. Fue al tomar conciencia de sus propias limitaciones en el contacto con la
muerte, cuando decidió hacer este largometraje.
Cuando tenía veintipocos años se
murió la hermana de un amigo suyo. "Yo
nunca había ido a un entierro, mis padres siempre me protegieron de la muerte,
no sabía qué hacer ni qué decirle", cuenta. Pasaron los días, la
llamada ya implicaba una disculpa y al final no la hizo.
"Veinte años después, esta película me ha permitido hablar con él y
decirle lo que sentía. Y él lo ha agradecido mucho", asegura
Agulló. Su honestidad se transmite al espectador de la película, sin trampa ni
cartón posible, y es una de las muchas recompensas que ofrece.
"Es una satisfacción poder hablar de la muerte, porque luego estás
con alguien que está sufriendo y tienes la tranquilidad de que le vas a poder
hablar y acompañar", señala Agulló.
Eso y más es lo que hace el doctor
Iglesias, con la ayuda de Gema, la enfermera que lo acompaña, y Celia, una
médico residente que en sus años de carrera no ha tenido contacto con la muerte.
Su paso por la unidad de Cuidados Paliativos le marca profundamente.
La película deja claro que el
propósito de Iglesias y su equipo no es la curación sino el cuidado. Escuchar,
aliviar y acompañar.
"Hay una especie de furor por la curación", dice
Agulló. "Para muchos médicos la
muerte de un paciente es una frustración cuando debería ser algo natural".
El tabú de la muerte, como el de la
tristeza o la vejez, están estrechamente ligados a la sociedad de consumo.
"Si la gente tomase más conciencia de que vamos a morir quizá no
dedicaríamos tanto esfuerzo a trabajar, a ganar más o a comprar más de lo que
necesitamos", opina el director.
Al final, es Celia quien lo resume
todo en un dibujo que les entrega a Gema y a Pablo en una escena del filme.
Aparecen dos personajes de espaldas mirando el horizonte. Uno le dice al otro: "Todos
vamos a morir un día”. El otro responde: "Cierto, pero los demás
días no".
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