DUELO TRAS LAS CATÁSTROFES
La muerte, en ocasiones, pierde toda su trascendencia en casos de desastre y puede convertirse en espectáculo dantesco por las connotaciones sensacionalistas que le da la prensa y los medios de comunicación. Es indignante ver como se juega con el horror y el dolor ajeno, cuando se puede comunicar manteniendo la dignidad y el respeto de los muertos y de los heridos, sabiendo que no todo momento es oportuno para entrevistar a personas que acaban de perder a sus seres queridos o sufren los efectos físicos o psíquicos de una calamidad.
LOS SOBREVIVIENTES
Una de las primeras sensaciones al salir indemnes de una catástrofe donde ha muerto mucha gente, es la gratitud al destino o a Dios por haber salvado la vida. Estas personas requieren una atención especial, pues sus vidas han quedado marcadas para siempre.
RJ Lifton, médico psiquiátra que ha realizado varias investigaciones con sobrevivientes de grandes desastres (Hiroshima, la guerra de Vietnam, campos de concentración nazis,...), encontró que estas personas presentan ciertas reacciones psicológicas en común:
La huella o ansiedad de la muerte. Quedan las imágenes indelebles del desastre: escenas de espanto, el humo, la explosión, los gritos y alaridos, la destrucción, las escenas del rescate, la separación de los familiares, la pérdida de los seres queridos. El sobreviviente puede quedarse anclado en un momento del tiempo, incapaz de moverse más allá de esas imágenes, o puede encontrar en ellas una fuente de conocimiento a través de la muerte cercana, que le puede ayudar en su vida futura.
Sentimientos de culpabilidad por no haber muerto. ¿Por qué sobreviví yo y ellos murieron?
Recuerdo de su propia impotencia, de su incapacidad para actuar de una manera apropiada para salvar a otras personas, para luchar contra el desastre, para sentir o expresar sus emociones.
Insensibilidad psíquica, manifestada por la incapacidad para sentir. Se produce una especie de parálisis de la mente, un defecto de conexión entre la percepción y la respuesta emocional.
La lucha por encontrar significado a la tragedia.
De forma irracional emerge la culpa del sobreviviente, la insoportable alegría de seguir viviendo; a veces, sin lo más querido que teníamos. La culpa genera ira, rabia, rencor, contra sí mismo y contra los demás, contra el destino, contra Dios,...
Cuando el duelo es colectivo y su causa es el malhacer humano (guerra, tortura, crimen, terrorismo,...), la ira busca venganza y el duelo se hace muy difícil porque pareciera que los muertos siguieran clamando dentro de los supervivientes, en esa ancestral creencia de que los muertos no descansarán en paz hasta que su muerte sea vengada. Así se generan odios heredados que pueden mantenerse durante generaciones. Estos odios engendran delirios crónicos, racionalizados y sistematizados.
“Qué hacemos, cada día, más que matar?
¿Cada acto nuestro no es una muerte?
Nuestra vida,
¿no es meter ataúdes en los agujerillos
de los instantes?
¡Qué cementerio el tuyo, vida mía!
J.R.Jiménez
J.R.Jiménez
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