REQUIEM POR CUATRO PALMERAS Y UNA PLAZA
Vivo en una plaza llena de árboles, bancos y jardines. Siempre ha sido así desde que la recuerdo.
Por ella he paseado en bici de cuatro ruedas y, cuando mi padre me enseñó a hacer equilibrios, con la de dos. Los bancos han escuchado miles de confidencias al oído, momentos de dicha y otros de lágrimas. Era paso obligado para ir al campus de la universidad, en sus jardines tocábamos la guitarra y creíamos poder cambiar el mundo. Ha sido testigo mudo de las carreras, y algún que otro golpe, delante de los grises (los cuidadores del orden y la moral en aquella época). Hay un quiosco en el que el periódico y las revistas tienen las mejores noticias y fotos del mundo, si eso es posible. Creo que durante todos estos años, me he sentado en todas y cada una de las sillas de las terrazas de verano que abundan en ella, disfrutando de momentos hermosos e irrepetibles, algunos inacabados.
La gente que pasea por la plaza parece que se contagia de la paz y tranquilidad que emana del verde de los plátanos, del amarillo y violeta de los pensamientos, del blanco de las margaritas, del rosa de las azaleas,...a veces del olor a hierba recién cortada de los jardines. Y en medio de la plaza, callado y digno, la estatua de un hombre, al que apodaban “el católico”, erguido, saboreando tanta belleza.
Desde la terraza de mi casa disfruto del olor de los tilos cuando empieza el verano, al atardecer. Veo como se cubre el suelo de hojas granates y amarillas cuando llega el otoño. Algún día de invierno ha aparecido nieve espolvoreada encima de los árboles y sobre el jardín, pero donde quedaba más bonita era encima de las ramas de las palmeras, parecían estrellas desde arriba. Luego todo se quedaba en calma hasta que surgían los primeros brotes junto al trino de los pájaros, era primavera de nuevo.
En mi plaza, que ya no es mi plaza, ayer arrancaron las cuatro palmeras que la flanqueaban. Fue hecho con nocturnidad y alevosía. Seguí con la mirada y cuatro lágrimas cómo se las llevaban en camiones, ya de madrugada, y, como si de un cortejo fúnebre se tratara, me despedí de ellas. El resto de los árboles irán muriendo y también se los llevarán lejos.
Y toda esta hermosura de espacio que fue, quedará sustituido por cemento y raíles para que circule un tranvía, que sin tener ninguna razón de existir ni ser culpable en si mismo, ya nace matando.
4 comentarios:
Me suena mucho a mi ciudad. Una pequeña ciudad que intentan convertir en algo grande con megaestructuras,juegos de invierno y tonterías varias, mientras el ayuntamiento dice que ahora las plazas tendrán menos arboles y menos césped que "PAESO" vamos a beber agua mineral.
Ya lo cantaban cuando yo era joven; "polvo, niebla, viento y sol y donde hay agua una huerta, al norte los Pirineos, esta tierra es Aragón.
Un saludo
Tu ciudad y la mía, Juan Carlos, ya no son lo que eran, es decir, ciudades amables, vivibles.
Hay personajes con poder y aires de grandeza que se creen capaces de decidir sobre la vida de las personas. Se han empeñado en hacer plazas de cemento, bancos de idem (de qué va uno a charlar en esos diseños imposibles??), avenidas frías y duras (parece que les molesta el verde y cualquier otro resquicio de vida no humana), inversiones en campañas ambiciosas y vacías de contenido para la mayoría de los mortales,...y más con la que está cayendo...
Tu ciudad y la mía serán, a este paso, para quedarse en casa o huir a otras latitudes.
Un beso
Nací y crecí en esa plaza donde tu vives; mi primera visión fue una casa donde llovía cuando llovía y en la calle el tranvía llevando bullicio del Parque a San José pasando por el centro. Me disgustó que lo quitaran. Creo que es el medio de transporte más limpio, seguro, tranquilo (no tienes la sensación de ser un cordero como en el autobús) y el más adaptado para los minusválidos. Como bien dices el tranvía no tiene la culpa; hay personajes que con la eximente del voto quitan o ponen a su antojo, su nivel cultural es ínfimo y el espiritual se mide únicamente en euros; por lo que les es imposible que les llegue para entender que el entorno próximo donde vivimos, o el medioambiente urbano (que tambien existe) tambien deben ser sostenibles y respetados. Ha sido duro; formaban parte de un paisaje cercano, casi hogareño, como si fueran el llar donde un abuelo nos cuenta historias alrededor de la lumbre. Creo que estas cosas tienen algo que ver con la felicidad. No te preocupes Violeta, los árboles, como las personas, viven mientras las recordamos. Un beso
Hola EL DUENDE!! Así que también has paseado por la plaza??
Es cierto, había una vez un tranvía que encajaba con el paisaje.
Coincido contigo en que es un medio de transporte tranquilo, bonito y menos contaminante, por supuesto me gusta más que el bus, pero antes de hacerlo de nuevo podían haberlo pensado un poco, hacer sin destruir,...espacios vivibles, amables (ojalá les diera para eso!!).
Y si...todo seguirá vivo mientras lo recordemos. Eso nos queda.
Otro beso.
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