Cómo podríamos llegar a ti, Mateo? Cómo podríamos ayudarte a
encontrar la paz que ahora tanto necesitas? Los silencios se hacen duros, como
acantilados recibiendo la embestida de un mar embravecido y denso. La espuma se
deshace antes de tocar siquiera la pared de roca que nos retira cada vez que
intentamos acercarnos al sentimiento, a la emoción.
Con los ojos cerrados no quieres mirar ni hacia adentro ni hacia
afuera. La enfermedad te ha descolocado. Durante los dos últimos años la duda
acogió a todo el que te trató, las pruebas no eran concluyentes y anduviste por
la incertidumbre confiando en que al final del pasillo la puerta se abriera a
la esperanza. Y se abrió. Comenzaste un nuevo proyecto, te sentías vivo de
nuevo. Toda tu vida fue una historia que parecía interminable, plasmaste en
instantes todo un mundo en blanco y negro y en color. El universo por el que
transitaste te empapó de emociones intensas y disparejas. Viajero infatigable,
hiciste de la tierra de nadie la tuya propia.
Sin embargo, lo que antes era duda desde hace pocos meses es
certeza. Hoy dices que estás bloqueado, que no sabes cómo manejar lo que vives.
Que todo pensamiento que te asalta es negativo, que nada aporta, que todo
resta. Que no encuentras nada… nada. Que lloras sin consuelo, que no entiendes…
Que te sientes culpable… Que lo sientes por tu compañera de viaje, que no se
aparta de ti ni un segundo. Que no quieres ver a nadie.
Tu mujer nos dice que eres tímido y poco sociable, que las
emociones las expresas de manera magistral con imágenes, pero que quizás no has
sido tan hábil a la hora de gestionarlas en tu vida diaria.
Y es tanto el sufrimiento que transmites, que el mundo se nos
queda pequeño y la habitación nos ahoga. La tristeza nos envuelve como un manto
espeso… y volvemos al principio… no sabemos cómo llegar a ti. Se nos acaba el
discurso, se nos acaban los silencios, se nos acaba el espacio y el coraje…
Hemos controlado tus síntomas físicos… los vómitos continuos,
el dolor insistente, el insomnio que se hacía fuerte en tu almohada y no te
daba tregua. Pero nos queda pendiente algo fundamental, tu sufrimiento
particular, para lo cual parece que se nos agotan los recursos pero nos sobran
las ganas de encontrar el resquicio. Ojalá demos con él pronto, porque el
tiempo apremia.
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