Este es el blog de un equipo de Cuidados Paliativos... trabajamos "a pie de cama", en el domicilio del paciente, en su espacio más íntimo y personal.

Todos los días hay un viaje distinto, duro, sorprendente, triste, emocionante... y con un final.

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lunes, 6 de abril de 2020

aSí SoN LaS CoSaS...



Hace pocos días me llamó Carmen, una amiga de la infancia con la que mantengo una relajada relación… a veces de días, otras de meses, o de años…

Carmen es maestra y padece una discapacidad física que le obligó a jubilarse anticipadamente. Ha vivido siempre con su madre, es su única hija y nunca se casó. Su madre, viuda desde muy joven, siempre la animó a hacerlo “pues no será porque la Carmen no tiene pretendientes…”.

El caso es que empezó a olvidarse de las cosas, empezó por la sartén en el fuego y continuó por la senda de los nombres hasta caer en el silencio y la inmovilidad, aunque no en la pérdida de los afectos. Carmen la cuidó y la mimó durante mucho tiempo, pero un día no pudo hacerse cargo de la situación y decidió ingresarla en una residencia. “Está de lujo”, me decía, se decía, se escuchaba.

Entre sus rutinas diarias estableció la de ir todas las tardes a verla, y así ha sido durante los dos últimos años. Le contaba lo que había hecho durante el día, le daba la cena y no se cansaba de acariciarla. Siempre había sido así, y ahora más.

Hace casi 1 mes le dijeron que mejor no fuera, que querían aislar a los residentes de cualquier persona que pudiera contagiar el “bicho”. Cumplió y llamaba a menudo para preguntar por ella. Se la imaginaba triste y sola, sin contar con su aliento, su sonrisa y la mano en la suya.

Pocos días después le comunicaron que la habían tenido que aislar porque presentaba síntomas respiratorios y tenía fiebre. No habían llegado las pruebas, pero parte del personal estaba enfermo… y así eran las cosas. Esta situación la entristeció más todavía, imaginando su soledad y presagiando lo que se avecinaba.

Efectivamente falleció al cabo de una semana, nadie sabe si de tristeza, de ausencia o de coronavirus. Carmen fue al entierro, sola, manteniendo las distancias y sin haberle podido dar un beso de despedida.

Ahora en su casa, la desesperación le invade, el vacío se hace enorme y no sabe cómo llenar esas tres horas de la tarde… ni el resto del día ni de la noche. Le da vueltas a todo, se siente culpable y no sabe cómo decirle adiós a su madre... como cerrar el círculo.

Así son las cosas…



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