Hace pocos días me llamó Carmen, una amiga de la infancia con
la que mantengo una relajada relación… a veces de días, otras de meses, o de
años…
Carmen es maestra y padece una discapacidad física que le
obligó a jubilarse anticipadamente. Ha vivido siempre con su madre, es su única
hija y nunca se casó. Su madre, viuda desde muy joven, siempre la animó a
hacerlo “pues no será porque la Carmen no
tiene pretendientes…”.
El caso es que empezó a olvidarse de las cosas, empezó por la
sartén en el fuego y continuó por la senda de los nombres hasta caer en el
silencio y la inmovilidad, aunque no en la pérdida de los afectos. Carmen la
cuidó y la mimó durante mucho tiempo, pero un día no pudo hacerse cargo de la
situación y decidió ingresarla en una residencia. “Está de lujo”, me decía, se decía, se escuchaba.
Entre sus rutinas diarias estableció la de ir todas las
tardes a verla, y así ha sido durante los dos últimos años. Le contaba lo que
había hecho durante el día, le daba la cena y no se cansaba de acariciarla. Siempre
había sido así, y ahora más.
Hace casi 1 mes le dijeron que mejor no fuera, que querían
aislar a los residentes de cualquier persona que pudiera contagiar el “bicho”.
Cumplió y llamaba a menudo para preguntar por ella. Se la imaginaba triste y
sola, sin contar con su aliento, su sonrisa y la mano en la suya.
Pocos días después le comunicaron que la habían tenido que aislar
porque presentaba síntomas respiratorios y tenía fiebre. No habían llegado las
pruebas, pero parte del personal estaba enfermo… y así eran las cosas. Esta
situación la entristeció más todavía, imaginando su soledad y presagiando lo
que se avecinaba.
Efectivamente falleció al cabo de una semana, nadie sabe si
de tristeza, de ausencia o de coronavirus. Carmen fue al entierro, sola,
manteniendo las distancias y sin haberle podido dar un beso de despedida.
Ahora en su casa, la desesperación le invade, el vacío se
hace enorme y no sabe cómo llenar esas tres horas de la tarde… ni el resto del
día ni de la noche. Le da vueltas a todo, se siente culpable y no sabe cómo decirle
adiós a su madre... como cerrar el círculo.
Así son las cosas…
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