Este es el blog de un equipo de Cuidados Paliativos... trabajamos "a pie de cama", en el domicilio del paciente, en su espacio más íntimo y personal.

Todos los días hay un viaje distinto, duro, sorprendente, triste, emocionante... y con un final.

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jueves, 1 de octubre de 2009


"...Percibo cómo el día comienza. Desde el resto de la casa van penetrando en mi habitación los sonidos propios de la actividad doméstica. ¡Qué familiar me es todo y qué distinto al mismo tiempo, qué próximo y qué lejano! Lo que percibo es el comienzo de mi existencia diaria, con la diferencia de que ahora ya no desempeño en ella ninguna función. Me hallo al margen. En cierto sentido pertenezco todavía a lo que está teniendo lugar en el resto de la casa, tomo parte en los sonidos que penetran hasta mi, pero al mismo tiempo todo pasa de largo, todo sucede a una gran distancia. Todo indica que el día ordinario, sano, el día de trabajo, de calle y de escuela, el día fuera de casa, cuyo fuera ha cobrado para mi un significado especial, nuevo, me excluye de una manera expresa. No pertenezco ya a este mundo, no participo de él.

...El mundo se ha empequeñecido hasta quedar reducido al dormitorio, es más, hasta quedar reducido a la cama. Si pongo los pies en el suelo de la habitación, parece como si pisara tierra incógnita. La ida al cuarto de baño es una excursión adusta, en cierto modo irreal; con la sensación de regresar a casa, me cubro de nuevo con el embozo de la cama. El horizonte se ha estrechado hasta el borde de mi cama y ni siquiera ella es todo mi dominio: fuera del lugar que ocupo con mi cuerpo, es fría y desagradable. La almohada me acoge solamente en el lugar en el que reposa mi cabeza, todo desplazamiento en la cama se convierte en una pequeña conquista.

...Descubro mis prendas de vestir en el respaldo de una silla situada al pie de la cama y caigo en la cuenta, con nueva evidencia, de que el horizonte de mi existencia se ha reducido de una forma inaudita. Ya que la chaqueta que está allí, la camisa con su cuello y corbata, pertenecen al mundo del exterior de mi alcoba. Las prendas de vestir me son por una parte perfectamente conocidas y muy próximas, pero por la otra pertenecen a un mundo que ya no es el mío. Siento una vaga simpatía por esas ropas que me recuerdan mi existencia de persona sana,...a pesar de todo, me causa contento que una mano solícita convierta mi dormitorio en una habitación de enfermo y al hacerlo retire los vestidos y los guarde en el armario.”


Van den Berg.

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