En la plaza de un pueblo donde pareciera que el mundo se acaba, así como la mayoría de los recursos, nos esperaba el yerno de la paciente a la que íbamos a visitar hoy. Por un caminito estrecho y muy pendiente nos ha llevado hasta la parte más alta, con una vista estupenda del valle, y así hemos llegado hasta la casa donde viven con su suegra.
Una casita pequeña con lo imprescindible, y casi como único adorno un calendario del año pasado con una imagen de caza. Debajo del mismo, una cama que había sido del nieto, con una abuela de 96 años tapada por mantas hasta las cejas. La abuela tiene dos hijas, ya mayores también, con las convive alternándose en el domicilio de cada una de ellas, porque "lo que tienen claro es que a su madre no la llevaran a una residencia". Tiene otro hijo que un buen día desapareció del pueblo y nunca más se supo de él (como aquél que fue a por tabaco...), dejando a su esposa, varios hijos y hasta algún nieto.
Mientras íbamos hablando con la hija, cuidadora principal, notábamos que ella se sentía examinada, preguntándonos a menudo si lo estaba haciendo bien (creemos que se comparaba con su hermana que vive en Barcelona, y le hubiera dolido salir perdiendo). Es incomparable la cantidad de recursos de los que dispone la hermana frente a ella, pero en la calidad de la atención, el cuidado y el cariño, seguro que no tiene nada que envidiarle. Hemos reforzado este aspecto para que se sintiera a la altura, porque realmente creemos que lo estaba.
Cuando nos hemos ido teníamos la certeza de dejar a una cuidadora que lo hace bien y que además siente que lo hace bien.
Mientras íbamos hablando con la hija, cuidadora principal, notábamos que ella se sentía examinada, preguntándonos a menudo si lo estaba haciendo bien (creemos que se comparaba con su hermana que vive en Barcelona, y le hubiera dolido salir perdiendo). Es incomparable la cantidad de recursos de los que dispone la hermana frente a ella, pero en la calidad de la atención, el cuidado y el cariño, seguro que no tiene nada que envidiarle. Hemos reforzado este aspecto para que se sintiera a la altura, porque realmente creemos que lo estaba.
Cuando nos hemos ido teníamos la certeza de dejar a una cuidadora que lo hace bien y que además siente que lo hace bien.
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