Me encanta Mónica LaLanda periodista y columnista del periódico digital elmundo.es SALUD.
Hoy de nuevo me ha sorprendido con su columna... como siempre sin desperdicio.
Prohibido morirse podría fácilmente ser el título de un libro de Álvaro de la Iglesia, como 'Una larga y cálida meada' o 'Sólo se mueren los tontos'. Pero no lo es. Prohibido morirse es una de las bases de la medicina moderna. En palabras del escritor y médico inglés Tudor Hart "la medicina moderna ha cambiado la mortalidad temprana por una morbilidad crónica".
La salud es ahora un derecho, una exigencia básica de las sociedades del primer mundo y los médicos nos vemos cada vez vendiendo un tipo de medicina que realmente aporta muy poco al bienestar del paciente y tratando la misma muerte como un fracaso de nuestra práctica profesional. La muerte no entra en los planes de nadie; ni médicos, ni pacientes.
Un estudio para un programa de la BBC 'How to have a good death' (Cómo tener una buena muerte) entrevisto a 1.027 adultos y les preguntó cuáles serían las condiciones más importantes al final de sus vidas. Por unanimidad, definieron una buena muerte como: sin dolor, con dignidad y respeto, con la familia y confortables.
Esta semana se aprobó en el parlamento andaluz un proyecto de ley de derechos y garantías de la dignidad de la persona en el proceso de la muerte. No sorprende encontrarse que no es más que la regulación del sentido común, la aplicación sensata de lo que a cualquiera le gustaría para morirse bien, lo mismito que votaron los ingleses de la BBC. Sin dolor, bien informados, respetando sus últimas voluntades, a ser posible en casa o en el hospital en habitación individual y acompañados de familiares.
Esta ley está bien pero, ¿cómo hemos llegado a una situación en la que necesitamos que esto esté legislado e incluso sancionado su incumplimiento? Es posible que nuestra obsesión por la medicina de la evidencia y la tecnología nos estemos centrando cada vez más en la enfermedad y cada vez menos en la realidad de cada enfermo. No es sólo culpa del médico, vivimos en un mundo cada vez más litigante que nos obliga a estar siempre a la defensiva. Sin duda hemos perdido el norte.
Déjenme que haga una reflexión personal sobre mi propia práctica médica. Mi paciente, una señora de noventa y tantos años y con sus capacidades mentales conservadas acude a Urgencias con hematemesis (vomitando sangre); como cumple las indicaciones para una endoscopia de urgencia, se lo propongo y le cuento en qué consiste. La señora me dice que no lo quiere. Intento convencerla durante varios minutos y ella continúa negándose. "Quiero que entienda que si no se hace la endoscopia, se puede morir". Me mira largamente, con una ceja ligeramente levantada y una media sonrisa que no requiere más palabras. Esto, que se llama consentimiento informado, parece más una amenaza, decirle a una mujer de 97 años que se puede morir, roza lo ridículo. Admito que ante esta mujer, sentí vergüenza. Términos como 'consentimiento informado' o 'criterios clínicos' se caen por su peso ante una ceja levantada de esa manera.
Últimamente, algunas otras cosas me han hecho reflexionar sobre la práctica médica y la muerte en más profundidad. Por ejemplo, la desaparición de Miguel Delibes con cuya obra 'Las ratas', yo me inicié en la pasión por la lectura hace tropecientos años. Delibes deja por escrito pensamientos íntimos sobre su propio final que me impresionan profundamente como médico. "Yo entiendo que la medicina ha prolongado nuestra vida, pero no nos ha facilitado una buena razón para seguir viviendo. Hasta ahora nuestra vida se ha alargado para poder quejarnos más tiempo de la artritis, la sordera y el lumbago. Para poco más". Y sobre todo, "Aunque viví hasta el 2000..., el escritor Miguel Delibes murió en Madrid el 21 de mayo de 1998, en la mesa de operaciones de la clínica La Luz. Esto es, los últimos años literariamente no le sirvieron de nada. Equilibrar la obligación del médico de tratar y curar la enfermedad, con lo que un paciente considera una vida que merece la pena vivir es algo imposible; posiblemente una batalla nunca luchada y ya perdida".
Por otro lado, el premio Goya al mejor corto de animación (nominado también a un Oscar que desafortunadamente no ganó) una peliculita de unos minutos de duración que cuenta también sin palabras el inmenso desfase entre lo que quieren los pacientes y lo que nosotros preferimos a veces por nuestro ego, ignorar. Este vídeo debería ser visto por todos los médicos y obligatorio en las facultades de medicina. Se titula 'La dama y la muerte' y no tiene desperdicio. Ensañamiento terapéutico llevado a los dibujos animados de manera magistral.
En la medicina actual, nos hace falta hablar de la muerte, aceptar que va a ocurrir y tratarla con el mismo mimo con el que se trata el parto, continuar evolucionando en cuidados paliativos y admitir que la muerte anunciada de un paciente no nos hace peores médicos pero la muerte indigna, sí.
--------------------------------------------------------------------------------
Mónica Lalanda lleva un año en España tras pasar los últimos 16 años en Inglaterra, la mayoría como médico de urgencias en Leeds (West Yorkshire). En la actualidad trabaja en la unidad de Urgencias del Hospital General de Segovia, participa en varias publicaciones inglesas y también ilustra libros y revistas con viñetas médicas