J. tiene 53 años y se encuentra en fase terminal de una enfermedad que comenzó hace veinte años. Su hija aún no había nacido y el mayor tenía dos años. La enfermedad tuvo sus fases más dulces, coincidiendo con las remisiones, y sus fases más duras en las que la quimio y la radio la dejaban sin fuerzas, aunque luego volvía a sacarlas de dónde podía para seguir luchando.
Actualmente dice que ya no puede luchar más, que está muy cansada, agotada, que quiere que esto termine cuanto antes, que no aguanta ni siquiera por sus hijos, que es lo que más quiere y lo que le ha mantenido en la lucha hasta ahora.
Desde hace una semana está encamada, no puede ni siquiera ir sola al baño. Pasa la mayor parte del día dormida y cuando despierta está desorientada, aunque a ratos es totalmente consciente de su situación y es capaz de hablar con un discurso coherente.
Su familia no se cree que la enfermedad esté tan avanzada, la han visto mal tantas veces y recuperarse otras tantas, gracias a los tratamientos...
Su marido niega que ya no haya ninguna posibilidad de mejoría, no ya de curación. No se había planteado nunca que esto llegaría y, aunque en el fondo de su ser, sabe y siente que está viviendo los últimos días de la vida de ella, no puede verbalizarlo ni hacerlo consciente. Su hijo estudia fuera y cuando está en casa los fines de semana, se encierra en su habitación y se pone agresivo si alguien menciona la enfermedad de su madre. Su padre le miente cuando le dice a su hijo por teléfono, intentando que no le tiemble la voz, que "mamá está pendiente de análisis para ponerle de nuevo la quimio". La hija, que vive con ellos, duda entre lo que ve y lo que su padre le transmite.
Y la hermana de la paciente, que vive plantada en la realidad, intenta enlazar y recoger las diferentes actitudes de cada uno para poder unirlos en medio del sufrimiento personal que padecen por separado, cada uno en su isla. Hasta ahora no lo ha conseguido,...por lo que nos ha pedido ayuda en medio de esta torre de babel...y ahí estamos.
Actualmente dice que ya no puede luchar más, que está muy cansada, agotada, que quiere que esto termine cuanto antes, que no aguanta ni siquiera por sus hijos, que es lo que más quiere y lo que le ha mantenido en la lucha hasta ahora.
Desde hace una semana está encamada, no puede ni siquiera ir sola al baño. Pasa la mayor parte del día dormida y cuando despierta está desorientada, aunque a ratos es totalmente consciente de su situación y es capaz de hablar con un discurso coherente.
Su familia no se cree que la enfermedad esté tan avanzada, la han visto mal tantas veces y recuperarse otras tantas, gracias a los tratamientos...
Su marido niega que ya no haya ninguna posibilidad de mejoría, no ya de curación. No se había planteado nunca que esto llegaría y, aunque en el fondo de su ser, sabe y siente que está viviendo los últimos días de la vida de ella, no puede verbalizarlo ni hacerlo consciente. Su hijo estudia fuera y cuando está en casa los fines de semana, se encierra en su habitación y se pone agresivo si alguien menciona la enfermedad de su madre. Su padre le miente cuando le dice a su hijo por teléfono, intentando que no le tiemble la voz, que "mamá está pendiente de análisis para ponerle de nuevo la quimio". La hija, que vive con ellos, duda entre lo que ve y lo que su padre le transmite.
Y la hermana de la paciente, que vive plantada en la realidad, intenta enlazar y recoger las diferentes actitudes de cada uno para poder unirlos en medio del sufrimiento personal que padecen por separado, cada uno en su isla. Hasta ahora no lo ha conseguido,...por lo que nos ha pedido ayuda en medio de esta torre de babel...y ahí estamos.
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