Este es el blog de un equipo de Cuidados Paliativos... trabajamos "a pie de cama", en el domicilio del paciente, en su espacio más íntimo y personal.

Todos los días hay un viaje distinto, duro, sorprendente, triste, emocionante... y con un final.

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martes, 21 de febrero de 2012

aLGo PeRSoNaL...

Siempre he sentido una extraña sensación al entrar en una residencia geriátrica, una mezcla de solidaridad y amargura, como un mal planificado acompañamiento en la soledad del que ya nada espera. Y sé de buena tinta que la mayoría de los que trabajan en estos centros se dejan la piel en el intento.

Siento que los que allí viven es gente que se dedica a hacer con el tiempo encaje de bolillos, mientras van al encuentro del último capítulo de sus vidas. Llegan con una maleta que contiene su vida, todo lo necesario para esta última etapa, la postrera espera. Así lo veo, quizás es una visión muy personal.

Me veo sentada en un sillón (eso ya sería una suerte), en medio de mucha más gente que no conozco de nada, el sillón frente al mío está vacío desde ayer, hummm, malo. Alguien me mira, le sonrío e intento un acercamiento pero me doy cuenta de que no era a mí a quien miraba sino que simplemente estoy en medio de su punto de mira, que casualmente está detrás de mí, en algún lugar que yo desconozco todavía, no sé a qué distancia ni en qué nebulosa. Por fin entablo conversación con mi compañera de sillón, observo que lleva una bolsita de papel de colores sujeta al andador por la que asoma una magdalena del desayuno, un pañuelo con unas iniciales bordadas en azul y un móvil que le han regalado los hijos y que no sabe usar. Al fondo se oye el run-run de la tele, consejos médicos varios sobre el embarazo, una telenovela que nadie sigue, noticias que nadie escucha,... pero el run-run acompaña a lo lejos, da sensación de existir, de estar aún, de... vida?

Los días son iguales unos a otros, los olores, los sabores, el sol a través de las ventanas del fondo,... me despiertan muy temprano, desayuno y ya me sientan en el sillón. Como a unas horas intempestivas, a las que no estoy acostumbrada, pero ya me voy haciendo. Las comidas marcan el tiempo, el tic-tac de mi vida aquí. Algunos días me llevan a una sala en la que hay mesas grandes con piezas de colores que debo ordenar, dibujos para colorear, además de unas paralelas con escaleras y unos aparatos para mover los brazos y las piernas, a veces cantamos y hacemos gimnasia, es entretenido.

Sin embargo, la mayor parte del tiempo transcurre lento, los días son largos, las horas se enganchan a las manecillas del reloj, sin querer caer. La eternidad se nos ha adelantado, llega antes de hora.

Por supuesto a mí también me duele algo o algos, me cuesta levantarme del sillón, tienen que ayudarme en algunas tareas y tomo un montón de pastillas. El día que venga el médico pienso ir y espero que no sea como la última vez, había mucha gente y casi no me escuchó (y yo tengo muuuchas cosas que contar!) y, encima, me recetó una pastilla gorda que hierve en el agua y que no me hace nada.

En el fondo no sé qué hago yo aquí, he olvidado cuando y cómo vine, pero para mi esto es algo que hace tiempo que asumo como natural, ya no intento disimular que recuerdo como hacía al principio, hace años, cuando olvidaba donde dejaba las cosas y decía que alguien me las robaba o cuando olvidaba el nombre de la persona que tenía delante o, como aquella vez, la primera de una sucesión de veces, en que a mi hermana la confundí con una señora que venía de Cuenca (no sé por qué de allí, quizás lo había oído en alguna película). Ah! casi se me olvida, me gustaría tener a mi mascota conmigo, esa que quiero tanto y que vive hace unos años conmigo, sería genial!!


Ahora, simplemente, parece ser que existo, deshilachando recuerdos, deshaciendo punto a punto el jersey que he tejido durante toda mi vida. Perdida en el tiempo, perdida en la sala, perdida mi mano en la mano que me acompaña y me ayuda.






2 comentarios:

Antonio R. dijo...

Me encanta cómo describes los dramas del día a día.Así consigues hacerlos más cercanos a aquellos que miran desde la distancia. Aún así , lo has descrito tan bién que me reafirmo en que mis padres, mientras yo pueda, no irán a ninguno de estos sitios, que sin embargo, son necesarios cuando no se tiene a nadie que lo pueda impedir. Esta vez quiero que sientas mi beso aún más cercano, querida Violeta.

Buruñete dijo...

Deberías haberte dedicado también a escribir y compaginarlo con tu vocación profesional. (ya no te quedaría tiempo ni para respirar, no?) Como dice Antonio tu descripción es magnífica.
Un besico.