... el médico.
La actitud inicial del médico en esta historia es tradicionalmente paternalista, pero, a diferencia de Iván Ilich, Liz no está dispuesta a que la traten de manera condescendiente:
"El doctor Torbein dijo:... muchas mujeres están así varios meses y mejoran. Viven muchos años más. Salen a hacer las compras de Navidad, celebran los cumpleaños con tartas, todos esos placeres sencillos, seguro que le gustaría, ¿verdad, Elizabeth?
No soy una niña flacucha con tarjeta de crédito, respondí. No esperará sinceramente que me guste esto. Y, por favor, no me llame Elizabeth.
Se quedó consternado, vagamente molesto. Vaya, vaya, cosas desagradables dichas con libertad. No tenía preparada una respuesta para estos casos. "
A partir de ahí el médico la trata con frialdad, “con la mirada que se echa a un niño díscolo que se va a quedar sin helado”, y se refugia en estadísticas confusas: “hay mujeres que han sobrevivido a daños mucho mayores de los que ha sufrido usted, con posibilidades mucho menores, a dolores mucho peores que éste”.
No es que el doctor Torbein sea mala persona, o que no tenga en cuenta las necesidades de Liz, pero es incapaz de comunicarse con ella, y pasa del paternalismo a una actitud meramente profesional:
"... yo propongo la terapia pero usted dispone lo que ha de hacerse", incluyendo ahí el aspecto paliativo de lucha contra el dolor.
Una vez queda claro que a Liz sólo le queda morirse, el médico constata su fracaso y desaparece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario